Los discursos parlamentarios de Práxedes Mateo-Sagasta

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Legislatura: 1869-1871 (Cortes Constituyentes de 1869 a 1871)
Sesión: 3 de abril de 1869
Cámara: Congreso de los Diputados
Discurso / Réplica: Réplica al Sr. Moreno Rodríguez
Número y páginas del Diario de Sesiones: 41, 832 a 836
Tema: Sucesos de Andalucía

El Sr. Ministro de la GOBERNACIÓN (Sagasta): Voy a contestar muy brevemente al Sr. Paul y al Sr. Moreno Rodríguez; pero bueno es que empiece por manifestar la extrañeza que me causa la idea que tiene el Sr. Paul y algunos de sus compañeros de que puede levantarse aquí y decir a los individuos del Poder ejecutivo que no han hecho nada, que han faltado a sus compromisos, que han prescindido de sus palabras: se levanta otro al día siguiente para hacerle responsable de la sangre que se ha derramado: hay quien le ha atribuido el maquiavélico plan de fomentar las conspiraciones para luego tener el gusto de ahogarlas en sangre: viene luego el Sr. Paul haciendo alarde de una osadía inconveniente, para decir que el Ministro que se levanta en este banco, sin duda por ser individuo del Poder ejecutivo, no tiene más [832] remedio que levantarse con calma, satisfecho, con la sonrisa en los labios y la alegría en el corazón, para decir: " Muchas gracias por la consideración y el cariño con que se sirven tratarnos, por lo cual estamos muy satisfechos." Esa es ridícula pretensión. Cuando se nos ataca duramente y con injusticia, cuando a sabiendas se nos ataca injustamente, ¿con qué motivo y con qué derecho ha de esperarse que se oiga calma y lleno de gusto, de satisfacción y de agradecimientos hacia aquellos que injustamente nos atacan? Por consiguiente, tengan en cuenta los señores republicanos que si ellos tienen sangre en las venas, no es horchata la sangre de las venas de los individuos del Poder ejecutivo.

Pocas palabras tengo que emplear para rebatir todo cuanto ha dicho el Sr. Paul, y si no se tratara de cosa tan grave, tan seria, y sobre todo tan triste, como los sucesos de Jerez, yo le daría al Sr. Paul otra contestación, que es la que merece, porque en realidad no se puede tomar en serio lo que, haciendo alarde de osadía, ha tenido S.S. por conveniente decir. Pero en fin, ya que no porque lo merezca la forma que ha empleado S.S. en su peroración, por lo menos por lo que merecen aquellos sucesos, no dejaré el tono que creo que debe tener esta discusión, desde el principio hasta el fin.

Su señoría, después de su desgraciada salida respecto del lamentable suceso que el Sr. Cala no se ha atrevido aquí a indicar; me refiero al suceso del niño que S.S. ha venido contando de distinta manera que lo ha referido aquí, lo ha venido contando diciendo que lo había visto, ha venido alarmando las conciencias y los sentimientos humanitarios de todas aquellas personas que a su señoría se lo oían. No ha alarmado los sentimientos míos la relación de S.S. porque nunca, nunca, á pesar de haber oído que S.S. lo había visto, he contestado lo que el general Prim: " el Sr. Paul. ha debido soñar. " Pero su señoría afirmaba en los pasillos, en todas partes, que había habido un soldado en las tropas que combatían en Jerez, que había atravesado en su bayoneta un niño por las calles de Jerez. Esto lo decía en los pasillos, y cuando a S.S. se le hacía alguna observación contestaba: " Yo lo he visto." Pues ahora resulta que S.S. no lo ha visto, que lo que ha visto es una cosa enteramente contraria. Cuando S.S. trata con esa ligereza un hecho tan grave, como haber creído ver a un niño atravesado en la bayoneta de un soldado; cuando trata una cuestión tan grave con tanta ligereza, ¿hemos de creer, y he de creer yo, que tratáramos en serio cuestiones de menor importancia?

Por eso no extraño la manera con que S.S. se ha ocupado de los sucesos de Jerez; por eso no extraño tampoco el que S.S. quiera hacer responsable de ellos al ayuntamiento, y en particular a su presidente, de quien no teniendo en contra otra cosa que decir, ha manifestado que no es querido de los republicanos. Sí, Sr. Paul, es querido de los republicanos; pero hay que añadir que en Jerez existen dos clases de republicanos, como S. S. esa es la clase de republicanos que quieren, como no pueden menos de querer, lo que quieren los hombres de ley, los hombres de orden y de respetabilidad, y esos aprecian indudablemente cual se merece una persona tan digna como es el presidente del ayuntamiento; los que no lo quieren son los republicanos que no son hombres de ley ni de orden, y esos republicanos se llaman y son demagogos. El Sr. Paul sabe bien que los republicanos de buena fe y de orden rompieron lanzas hace tiempo con esos otros republicanos demagogos.

Y ahora diré de paso, contestando con esto a una observación de S.S., que si Jerez estuvo quieto, pero no pacífico, durante algún tiempo después de la revolución, fue debido a los esfuerzos inmensos que hicieron esos republicanos, que califico en primera línea, contra las tentativas anárquicas y demagógicas de los que querían sumir a la población en trastornos horribles. Entonces S.S. estaba al lado de los republicanos que, querían impedir que la revolución tomara un camino torcido y se esforzaban por conducirla a un buen fin. Ahora no sé si S.S. se encuentra entre esos republicanos primeros, o entre los segundos entonces; se encontraba entre los primeros, que son los que quieren verdaderamente la libertad y que han hecho grandes sacrificios por ella, como S.S. también los ha hecho, no sólo para llevar a cabo la revolución, sino después que se verificó para que no fuera ahogada en la anarquía.

Pues bien, señores, se encontró dividido el partido republicano en dos campos, trabajando el uno contra las tendencias perturbadoras del otro. En esto llegaron los sucesos de Cádiz, y el partido republicano de buena ley, el partido republicano de orden y de respetabilidad, rompió completamente con la otra fracción que excitaba a que se verificasen en Jerez los mismos desórdenes que en Cádiz. Desde entonces viene la ruptura y la separación entre unos y otros republicanos; y debido a los esfuerzos que hicieron los republicanos de buena ley, Jerez no siguió el movimiento de Cádiz.

Vinieron las elecciones, y ninguno de los republicanos de buena fe quiso tomar parte en ellas. ¿Por qué? El Sr. Cala: podrá decirlo, pero la verdad es que del Sr. Cala y de sus amigos se separan los republicanos por considerar que el Sr. Cala era socialista. Y después de las elecciones, uno de los republicanos que siempre se había distinguido por sus grandes servicios a la libertad, dio un manifiesto declarando, aun cuando la separación se había verificado, anteriormente de hecho, declarando desde luego la separación de unos republicanos y otros, y combatiendo enérgicamente las ideas socialistas y demagógicas que se habían difundido entre parte de los republicanos. Me refiero al manifiesto del Sr. Castro, persona: importante y caracterizada de la ciudad de Jerez. Pues. bien: los republicanos que no están con esos señores son los que no quieren a D. Pedro López Ruiz, presidente del ayuntamiento, porque no ha permitido, y ha hecho bien, que allí dominase el desorden.

Y siguiendo esta línea de ideas, decía S.S: " ¿cómo ha de querer al alcalde popular, el partido republicano, cuando por una simple reunión verificada en la plaza de toros se prendieron 30 personas? ¿Y por qué verificaron allí aquella reunión? añadía el Sr. Paul. Porque no tuvieron otro sitio; porque el alcalde había suspendido el club. " ¿Es verdad esto, Sr. Paul? La reunión a que se refiere S.S., ¿era una reunión pacífica que podía verificarse y que debía permitirse? ¿Lo cree S. S.? Pues si lo cree su señoría ahora en otra ocasión ha creído lo contrario, y aquí tengo los documentos que lo prueban.

Llega un día, el 4 de Enero, en el que por la noche se dan cita, y sabe el Sr. Paul cómo y por qué, los republicanos que no eran de orden, para la plaza da toros, y se reúnen en muchos centenares con armas en la mano; al saberlo la población, creyó que no era aquello otra cosa que el plan terrible de un gran saqueo. Esto fue lo que la población temió. Reunido el ayuntamiento a consecuencia de estas gravísimas noticias, mandó una comisión a la plaza de toros a ver si lo podía evitar de este modo, porque no contaba con fuerzas para contrarrestar la masa inmensa reunida en la plaza de toros, sin que obtuviera [833] resultado aquella comisión, compuesta de tres concejales y que había, ido con el fin de persuadir a sus conciudadanos y convecinos que se retirasen a sus casas. Esta comisión a no ser por algunos de los mismos conspiradores, hubiera sido fusilada, lo que estuvo a punto de suceder, pues que tuvieron puestos al pecho escopetas y fusiles, mas como digo por los esfuerzos de algunos de los conspiradores, por cuyo hecho se vieron en algún compromiso, la comisión. pudo salvar las vidas, no sin que fueran presos y encerrados sus individuos en la casilla de un guarda.

¿Y a una reunión que se conduce de esta manera llama el Sr. Paul reunión pacífica? (Un Sr. Diputado pide la palabra para rectificar). S.S. hace mal en calificarla de ese modo ahora, y en decir que el alcalde no procedió bien cuando a consecuencia de una reunión de esa naturaleza y carácter fueron presos algunos ciudadanos de Jerez, y cuando en aquella ocasión S.S. mismo lo calificaba de muy distinta manera.

Aquella reunión se había convocado a nombre del señor Paul y convocada a su nombre, S.S. aparecía comprometido en una conspiración tan terrible. Pero S.S. fue comprometido sin razón, porque viendo que, la convocatoria se había hecho sin su conocimiento y abusando de su nombre, dio a luz a los pocos días un escrito que llamaba Defensa pública, y en la cual se lee lo siguiente:

" Algunos de esos entusiastas que ven en las conmociones públicas medidas convenientes cuando a veces son inoportunas torpezas; alguno que no consultó con quienes hubiese debido paso tan grave, convocó a las masas republicanas de esta población para una gran reunión que había de efectuarse en la plaza de toros después de anochecido.

Cuando tuve conocimiento de tan inesperada noticia me apresuré a calificarla de desgracia verdadera más desagradable para mí cuando supe que de mi nombre se hacía uso para semejante convocatoria.

Inmediatamente puse lo que ocurría en conocimiento de todos los ciudadanos representantes de los comités republicanos reunidos a la sazón en la casa de mi señor padre, los cuales reprobaron por unanimidad aquella medida sin objeto conocido, y se recomendó a unos y otros el tratar de evitar tan inconveniente reunión.

Más tarde, y como quiera que, durante las primeras horas, de la noche se formaban numerosos grupos por la población, y que algunos de ellos venían, a consultarme sobre el objeto de la dichosa reunión convocada a mi nombre, parecióme conveniente y digno presentarme en el ayuntamiento, como lo hice en efecto, para protestar contra lo que el pueblo hacia tomando mi nombre por mala intención de algunos. y error de los más. "

Sigue el escrito, y dice:

" Una vez de vuelta en la casa de mi señor padre, permanecí velando hasta las cuatro de la madrugada, acompañado del ciudadano Cala y de otros amigos que comprendían lo difícil de mi situación.

Ni el ciudadano Cala ni yo creímos oportuno presentarnos en la plaza de toros, principal centro de reunión; pero enviamos sucesivamente gran número de emisarios, con objeto de manifestar al pueblo nuestra desaprobación y de conseguir que se retirasen los reunidos."

Y así sigue: es un escrito muy largo, porque sin duda creyó el Sr. Paul que necesitaba escribir mucho aunque fuera para defenderse poco.

¡Ah, Sr. Cala y Sr. Paul! S. SS. estaban metidos en casa de uno de estos señores velando toda la noche: no creyeron conveniente ir a la plaza de toros; pues allí era donde debían haber ido, porque, o estaban con los que en ella se reunieron o no: si lo estaban, si los que allí fueron convocados en su nombre, allí debían ir S.S. a ponerse al frente o a impedir con sus exhortaciones que llevaran adelante el plan que intentaban. (El Sr. Cala pido la palabra.) ¿Desaprobaban aquello S.SS? Pues también debían haber ido allí a decir franca y terminantemente que no contaran con S.SS., que S.SS. condenaban aquel acto, que era una torpeza insigne la que proyectaban, que era un crimen lo que intentaban, que se fuera a sus casas, que ya era hora de que los ciudadanos pacíficos estuviesen en ellas, pues eran las dos de la madrugada, en vez de estar en la plaza de toros. Pero es muy conveniente es muy cómodo eso de tener influencia en las masas, de ir a alentarlas, de venir aquí a disculparlas, y cuando llega el caso, cuando se acerca el momento del peligro; desaparecer e irse uno a su casa; es muy cómodo, cuando las masas necesitan de sus amigos, cuando se acerca la lucha o se cree llegado el caso de combatir, el meterse en casa, y cuando más contentarse, con enviar algún emisario.

He ahí el hecho sencillo, sencillísimo, que el Sr. Paul nos pintaba aquí como una reunión pacífica, y que se celebraba a las dos de la noche, en una plaza de toros porque no tenían otra habitación disponible aquellos pacíficos y honrados ciudadanos. Y ahí tienen las Cortes Constituyentes el gran crimen de ese alcalde, de ese presidente del. ayuntamiento, que no quieren las republicanos pero que en cumplimiento de su deber hizo cuanto pudo para librar Jerez de la catástrofe que le amenazaba; y después adoptó las medidas que le correspondían como autoridad.

¿Y qué ha dicho después el Sr. Paul? ¿Qué hará para justificar la segunda venida a las barricadas de los perturbadores? Que el alcalde puso un bando pequeño y manuscrito en las paredes, y que si hubiera sido grande e impreso no hubieran vuelto a las barricadas los que las abandonaron. Eso no necesita contestación, Sr. Paul; eso es ridículo y no quiero, decir más sobre el particular porque no lo merece.

El Sr. Paul, siguiendo el camino que le dejó trazado su digno compañero el Sr. Cala, echó sobre el Poder ejecutivo la responsabilidad de aquellos grandes acontecimientos, y en esto se contradice lastimosamente, porque si el Sr. Paul declara que si el alcalde o el presidente del ayuntamiento de Jerez, en lugar de dar unos bandos pequeños, los hubiera dado largos, tan largos como desde el pavimento a la techumbre de este edificio, no hubiesen ocurrido aquellos sucesos: ¿qué tiene que ver con los bandos del alcalde el Poder ejecutivo? ¿Qué tiene que ver el Gobierno con el tamaño ni la forma de los bandos del alcalde de Jerez, fijados en los muros de las casas de aquella ciudad?

Dice S. S. que el Gobierno es responsable porque no ha comprendido la marcha de la revolución. Como no la ha comprendido el Gobierno es como S. S. la ha comprendido, porque tal como la comprendo S. S., cree el Gobierno que sería la perdición de la libertad, la pérdida de la misma revolución y la ruina de la patria. Por eso el Gobierno no comprende, como S. S., la marcha de la revolución.

Así es que decía el Sr. Paul, con mucho chiste por cierto: nada, hay que hacer grandes reformas, no las que tengan en la mente el Gobierno, ni los individuos de mayoría de esta Asamblea." Por manera, que cuando pensemos los individuos del Poder ejecutivo o de la mayoría en hacer alguna reforma, iremos a preguntarles a su señoría las que tiene en su mente, para fijarlas en la nuestra y llevarlas a cabo. Y tan enamorado está el Sr. Paul [834] de las reformas que tiene en su mente, que sólo porque está en la mente de Poder ejecutivo y de la mayoría una reforma cualquiera, ya es una reforma mala, ya es una reforma que no satisface a la revolución.

Preguntaba después el Sr. Paul, haciendo también grandes alardes y aspavientos por aquello de haber llevado a Ceuta 300 prisioneros, cuando ayer se explicó de manera sencilla lo que ha sucedido en ese punto: " ¿qué hubiera dicho el Sr. Sagasta, sino siendo individuo del Gobierno, ni de la mayoría, hubiera visto que un gobierno despótico cogía a trescientos ciudadanos y los enviaba a Ceuta?" No hubiera dicho nada, Sr. Paul: si hubieran hecho eso los gobiernos anteriores, les hubiese acompañado con mi beneplácito; porque ¿sabe S. S. lo que podía haber hecho el Poder Ejecutivo? No haber mandado a Ceuta a ninguno; pero a estas horas ya estarían fusilados 30 ó 40. ¿Cuánto tiempo cree el Sr. Paul que hubiera tardado un tribunal militar en juzgar a 30, 40 ó 50 individuos? ¿Y sabe el Sr. Paul la pena que hubieran tenido esos ciudadanos aprehendidos con las armas en la mano? Pues lo sabe demasiado: la pena capital. Al día siguiente de haber sido presos, el tribunal militar constituido en Jerez hubiera entregado al verdugo o al piquete del ejército los 30 ó 40 individuos presos para que los privase de la existencia.

En vez de eso, ¿qué ha hecho el Gobierno en último resultado? Viendo que no tenía en Jerez cárcel a propósito resultado para encerrar a tantos prisioneros, notando la perturbación que producía su presencia en aquel punto, y observando que había conatos de arrancarlos de las prisiones y aún quizá de que el orden volviera a alterarse, en beneficio de Jerez, en beneficio de los. mismos infelices, que no había donde meterlos, se les llevó a Ceuta, guardándoles toda clase de consideraciones y conduciéndoles por el ferrocarril, y embarcándolos luego hasta llegar a Ceuta, donde se les acomodó en una cárcel segura y espaciosa con la circunstancia de que ahora en Ceuta, los tiene que mantener el Gobierno, al paso que en Jerez su mantenimiento sería de cuenta de aquel ayuntamiento, y no es tara pequeña el mantener a 600 ó 700 individuos. ¿Por qué, pues, no se cuentan las cosas como son? ¿Por qué se viene aquí a producir efecto, a desfigurar los hechos y a excitar pasiones fuera, contando las cosas no como son? ¿Es eso buena fe, Sr. Paul? ¿Hubiera querido S. S. que nosotros hubiésemos cumplido con la ley? ¿Hubiera estado más contento S.S. con que a éstas horas hubiésemos fusilado 30 ó 40 de aquellos infelices? Pues el rigor de la Ley no ha sido aplicado, y el Poder ejecutivo tenía el deber de cumplir con la ley.

Con este motivo, y citando trozos de discursos que y pronunciado estando en la oposición, ha dicho S.S. palabras que no me parecen propias ni convenientes de este sitio, que no me parecen oportunas dada la cuestión que nos ocupa. S.S. ha dicho que yo no había engañado al trono; pero que había dado un camelo a la revolución.

No, Sr. Paul, yo no he engañado a nadie, yo no he dado a nadie lo que S.S. dice y no quiero emplear, la palabra que S.S. ha usado, porque para eso me falta la osadía que a S.S. sobra. Yo no he engañado a nadie: he cumplido y estoy dispuesto a cumplir en el poder, fuera del poder y donde quiera que me halle, todo lo que he ofrecido durante mi vida política. No hay nada, absolutamente nada de lo que yo he ofrecido como Diputado de oposición, que no lo haya cumplido si ha llegado ya la ocasión, y que no esté resuelto a cumplir si todavía no es tiempo de que se cumpla ¿Dónde está la promesa que yo no hay cumplido? ¿Dónde la falta a mis compromisos?

Vengan hechos, y no se trate por medio de declamaciones de desacreditar a una persona leal y honrada. Lo que yo he hecho es no ofrecer nunca lo que no he podido cumplir, y acerca de este punto podría llamar la atención de S.S. respecto de ofrecimientos que se hacen y luego no pueden llevarse a cabo.

Su señoría ha hecho alarde; y ayer se ha dicho aquí, que los republicanos votaron un ayuntamiento progresista en Jerez, ejerciendo un acto de generosidad. No fue un acto de generosidad el votar un ayuntamiento progresista: lo que hay es que dividido el partido republicano en dos bandos, uno de ellos no tenía hombres de respetabilidad para ocupar puestos de la importancia del de los concejales de Jerez.

Además de esto, tales ofrecimientos, tales promesas, tales compromisos había contraído esa fracción, que creyeron que su entrada en el ayuntamiento sería su muerte, porque no podrían cumplir nada de los absurdos y de los disparates que habían prometido. Y al decir que habían prometido, no digo que hayan ofrecido esto a los otro; digo que muchos individuos del partido republicano, y particularmente del partido republicano federal, han hecho en periódicos, en escritos, en programas, en conversaciones y de todos modos, ofrecimientos que no podían después cumplir. Y claro está: si esas personas hubieran sido llevadas al ayuntamiento, aun cuando ellas no hubieran hecho esos ofrecimientos, aunque ellas no se hubieran obligado a hacer lo que otros habían prometido, como había sido su partido, como el partido lo había consentido, como la colectividad había pasado por ello, se hubieran visto aislados en el ayuntamiento y hubiera sido la elección de concejales su muerte política. Por eso hicieron el acto de generosidad de votar a los concejales progresistas, y en resumen no hicieron otra cosa que hacer de la necesidad virtud. Bien hecho está; pero no, no se arrepienta de eso S. S.

Y basta ya del Sr. Paul, que del Sr. Moreno poco tengo que decir, no porque no le haya oído con mucho gusto, sino porque ha tocado cosas que no tienen relación con la cuestión que estamos discutiendo.

Su señoría ha querido decirme, primero, que lo que yo le había indicado respecto del estado de la provincia de Cádiz no era exacto; que no había ocurrido nada de lo que yo decía, y poco más o menos pintaba S. S. aquellos pueblos en una bienandanza y en una tranquilidad envidiables. Bien es verdad que S. S. después vino a confesar que esa bienandanza y esa tranquilidad no existían, atribuyendo la carencia de esas condiciones a causas distintas de las que he señalado. S.S. pintó la provincia de Cádiz tan landa, tan flexible, tan elástica, que sin más que el hecho de que vaya a ella un empleado de ciertas condiciones, la provincia está tranquila, mientras que si va otro empleado de otras condiciones, la provincia está perturbada.

" Tanto es así, decía S.S., que si a aquella provincia va un funcionario de ciertas condiciones, la provincia parece que está endiablada, que está poseída de los demonios; y si va otro de otras ciertas condiciones, la provincia de Cádiz está completamente tranquila, se vive en ella en una felicidad inalterable."

No comprendo bien cómo la provincia de Cádiz está en unas circunstancias tan particulares que sin más que cambiar las personas en una situación que viene siendo la misma, pueda cambiar hasta ese extremo. Pero en fin, el hecho es que S. S. mismo comprende que desde la revolución acá, la mayor parte del tiempo la provincia de Cádiz ha estado poseída del demonio; porque con eso la basta, y si tiene el demonio en el cuerpo, así está ella. [835]

Por consiguiente, yo deseo que sin hacernos ilusiones respecto del estado en que se halla esa provincia, hagamos todos lo que podamos para sacarla de esa situación, que no es buena (créame el Sr. Moreno), y prescindiendo de tingladistas, de progresistas, de unionistas, de republicanos y de otras cosas que ha dicho S. S., procuremos sentar el orden sobre la libertad, lo cual seguramente no puede hacerse mientras las condiciones de la provincia de Cádiz no varíen, condiciones que no son satisfactorias. El Sr. Moreno cree que con un simple cambio de empleados aquello se arregla, y yo creo que el remedio no es ese precisamente.

No basta esto: es necesario que no se les quite a las autoridades el prestigio que necesitan, es preciso que no se las humille, es preciso que no se alienten las malas pasiones, es preciso que no se dé acogida a pensamientos bastardos ni a la calumnia que conduce al desorden, a la perturbación y a la anarquía. Y esto no lo pueden hacer sólo las autoridades, sino que es menester que todos ayudemos, que todos las apoyemos, puesto que todos estamos interesados en que la revolución no se pierda envuelta en sus extravíos y en sus excesos.



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